Para sanar el NIÑO INTERIOR tenemos que empezar por revisar cómo nos sentimos en este momento. En lo más profundo de nuestro ser tal vez encontramos similitud con estas características: ¿Te sientes solo, triste, aislado, rechazado, tienes temores, inseguridad, abandono, temor a no llenar las expectativas ajenas o las tuyas propias, te sientes falto de amor, de aceptación, no sabes valorarte ni amarte y sufres de baja autoestima, etc. ?
Detrás de muchos de los problemas que persisten y que se repiten una y otra vez hay un NIÑO herido que intenta llamar la atención. Ese NIÑO sufre básicamente porque es una parte nuestra ignorada, criticada, abandonada, avergonzada y muchas veces maltratada, y a quien no le hemos dedicado ninguna atención para ayudarlo a soltar las heridas del pasado y proporcionarle la debida importancia.
En tanto no nos hacemos cargo de nuestro NIÑO interior, veremos reflejado en el mundo exterior situaciones o personas que nos van a mostrar nuestras heridas una y otra vez a través de situaciones que se repiten o que son muy similares entre sí, mostrándonos aquello que no queremos ver, en definitiva, aquello que no hemos sanado. ¿Cuántas veces no nos ha ocurrido esto?; ¿Cuántas veces no hemos tenido la sensación de “estar viendo la misma película pero con diferentes actores” ?. Por ejemplo: si tenemos una herida relacionada con el abandono de alguno de nuestros padres, es probable que en nuestra vida de adultos nuestras relaciones estén matizadas por temas de abandono. Pero, ¡OJO!, este abandono no tiene porque forzosamente ser real en el sentido literal de la palabra, sino simplemente es como así lo ha vivido el NIÑO. Recordemos que el NIÑO simboliza la infancia y en los primeros siete años de vida, el niño siente, no razona. Era un niño no un adulto, cosas que ahora comprendes entonces no las comprendías, y cualquier cosa hace daño a un niño, ya sea un mal gesto, poca atención, gritos, etc.
Otras memorias que almacena el NIÑO son creencias erróneas limitantes producto de los mensajes recibidos del exterior y que pueden ser muchos y de todo tipo, por ejemplo: “eres un inútil”, “eres torpe”, “eres malo”. El NIÑO lo cree porque esas palabras vienen de una figura de autoridad a quien quiere e idealiza.
La culpa es otra emoción que queda muy arraigada en el NIÑO, y no es que te culpabilicen directamente, sino que es mucho más sutil, se trata de una fantasía creada por el NIÑO: “Si mis papas están enfadados, furiosos o discuten, es porque yo soy malo”; “Me chillan por ser desobediente”; “Es por mí, ellos son buenos”.
Las enfermedades también son originadas desde nuestro niño interior y para ser sanadas tienen que ser abordadas en el mismo nivel que fueron creadas. La enfermedad y las dolencias físicas es una manera simbólica de mostrarnos incomodidad y es una oportunidad para crear una relación más armónica con nuestro niño interior. Sorprendentemente muchas curaciones comienzan a ocurrir cuando esa parte nuestra es reconocida y tomada en cuenta, cuando la integramos como parte de quienes somos, amándola, dedicándole atención, brindándole seguridad, tal como si fuera un niñito real de carne y hueso que dependiera únicamente de nosotros.
El niño interior que se sintió “maltratado”, que sintió que no recibía cariño, que no tuvo frases de aliento en casa, se ha quedado resentido dentro de ti. Ese niño interior es el que sabotea tu vida cotidiana. Por ejemplo, cuando quieres emprender algo nuevo, o cuando quieres mejorar tu autoestima, autocastigándote de manera exagerada cuando cometes un error o cuando quieres dejar a esa persona que no te quiere.
Es hora de que sanes a ese NIÑO interior que está dentro de ti.
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